martes, 6 de octubre de 2015

Una brevísima ojeada al psicoanálisis que se practica hoy

Una brevísima ojeada al psicoanálisis que se practica hoy



De la lectura de los artículos precedentes, tal vez algunos lectores hayan sacado la conclusión de que el psicoanálisis de hoy va en camino de homogeneizarse, luego del período histórico de las diversas escuelas rivales, ya desaparecido. Algunos autores (como Wallerstein) han intentado con denuedo demostrar que así es, pese a la evidencia que muestra un panorama abigarrado de teorías y prácticas diversas en el mundo. Nada más lejos de ese ideal de homogeneidad en el psicoanálisis actual. Tampoco es verdad que las teorías relacional e intersubjetiva sean dominantes en el mundo psicoanalítico, como también algunos pudieran haber deducido de mi artículo anterior (pese a lo que yo pudiera desear en este momento de mi evolución).

Tal realidad heterogénea y abigarrada podrá alarmar a algunos, pero en verdad no hay motivo alguno de alarma, pues la diversidad de enfoques es, precisamente, una de las características de nuestra época postmoderna (incluso en las ciencias "duras"), y esas diferencias de enfoque enriquecen a la larga el cuerpo teórico y clínico de esta disciplina científica; también favorecen la práctica de esta profesión, pues todos los analistas tienen fácil acceso a ellas y contribuyen a conformar su práctica personal con aquellas teorías que más sintonizan con su forma de ser (y con la cada paciente, pues hay pacientes más "kleinianos", "kohutianos", "winicotianos", o "ninguno de los anteriores", etc.) Pues, como también he señalado, el analista mismo, como persona, es parte esencial de la interacción con el paciente, y no debe conformar su práctica según los cánones de tal o cual autor (como se hacía antes), sino comprender el pensamiento de la mayor cantidad de autores para decidir a la postre lo que Fernando Rísquez llamaba la "ecuación personal" del terapeuta. Esto significa que el analista debe ser auténtico: es decir, él mismo, para que la interacción con el paciente resulte productiva, esto es, creativa. Y como nadie puede trabajar sin una teoría previa (el paciente tampoco, aunque no conozca las fuentes de su teoría), el analista se enriquece conociendo la mayor cantidad de ellas, pues ellas contribuyen a construir su "ecuación personal". Y no me refiero tan solo a las teorías psicoanalíticas, dicho sea de paso. A esto último dedicaremos alguna atención en futuras entregas.

Volviendo al panorama de la práctica psicoanalítica hoy, comenzaré por mencionar a las llamadas escuelas disidentes, surgidas originalmente del psicoanálisis "oficial" pero separadas tajántemente de él por divergencias excesivas con este. Históricamente han sido varias (Adler, Jung, Rank, Lacan...), pero hoy tan solo sobreviven los junguianos y los lacanianos. El hecho de que se tengan que poner el apellido del autor iniciador para identificarse a sí mismas ya nos indica que se trata de teorías algo petrificadas alrededor de ideas surgidas en otro momento histórico, y que quizás ya no deberían tener tanta vigencia hoy. Creo que hay algo de religioso en esta "deificación" de un autor, por más interesantes que hayan sido sus teorías, pues por su mismo aislamiento (y por la deificación mencionada) han impedido que sus ideas fueran confrontadas con otras dentro de sus propias filas. Esto sí ocurrió dentro del psicoanálisis "oficial", que hace tiempo que no se llama a si mismo "freudiano", y las teorías de su fundador se han visto sometidas a intenso debate y confrontación dentro de su mismo seno (esto es, la Asociación Psicoanalítica Internacional, fundada por el mismo Freud y sus primeros discípulos) Esto no quiere decir que este psicoanálisis haya estado completamente a salvo de aquella deificación de Freud, que sí la ha habido, y todavía subsiste, por razones comprensibles dada su indudable genialidad y la "voluntad de poder" (Shopenhauer) que aun emana de su figura. A mi entender ello ha retrasado el avance de esta disciplina, pero de todos modos el desgaste natural de las primitivas ideas freudianas es indudable hoy en día, y ya no hay nada que podamos llamar "psicoanálisis freudiano" ni "ortodoxo".

Pero en vista de la extensión que ameritará esta revisión, así sea somera, dejaremos su continuación para la próxima entrega.

2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo con tu afirmación de la necesidad de trascender las capillas, sin que eso signifique una homogeinización. No sólo imprescindible sino inevitable lo de la ecuación personal.

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  2. Gracias, Franklin, por tu comentario, que me ratifica tu apertura y tu inteligente contemporaneidad en cuanto a la psicoterapia de hoy. Que bueno que por esta vía hayamos reanudado el contacto, me congratulo por ello. Un abrazo

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